viernes, 23 de noviembre de 2007

El ultraizquierdismo



El vídeo que ilustra este post es probablemente una de las imagenes con las que nuestros "amigos", los medios capitalistas, se frotan las manos. Los sucesos acaecían en la manifestación convocada por el Sindicato de Estudiantes en repulsa por el asesinato de Carlos Palomino a manos de un militar de ultraderecha. Al final de la marcha, un grupo de aprendices de ácrata con capucha, originó una pelea con miembros de la organización convocante que sirvió de excusa a la policía para cargar y disolver tan "incómoda" manifestación.

El pasado fin de semana, la noticia estrella fueron los disturbios originados en Barcelona por grupos de ascendencia presuntamente anarquista. Sin dudar de que la infiltración provocadora policial suele ser una constante en las protestas, el mecanismo de los encapuchados de la @ suele ser similar. A más destrozos de mobiliario urbano, más de izquierdas soy. Al verlo pensé lo mismo de siempre: el ultraizquierdismo haciendo de las suyas. No escribí nada aquí porque detesto criticar a gente de la que no dudo sobre su honradez personal, de lo que dudo es de si han reflexionado por un momento en las consecuencias de sus actos.

El ultraizquierdismo es la actitud de confundir vanguardia ideológica con la mayoría de los trabajadores de izquierdas a secas. En palabras más comunes: todo el mundo es gilipollas y está aborregado menos yo. La reflexión que sigue a esto es sencilla: yo actúo por mi cuenta sin contar con nadie, y el que no lleve cresta es un perro burgués.

Evidentemente no sufro porque se rompan un par de escaparates de sucursales bancarias. Sufro por el efecto que tiene esto en la conciencia de millones de trabajadores, máxime, pasando estos hechos por el tamiz de los medios. Este tipo de acciones tiende a fracturar al movimiento obrero, a alejar a la mayoría de la gente del activismo y la política. Tiende a sustituir la movilización popular por las "aguerridas" acciones de unos pocos.

La pregunta es clara: ¿Vais a hacer la revolución vosotros solitos?. No, pues entonces procurad contar con los demás, o al menos no entorpezcáis su labor. De hecho la frágil ideología de esta gente suele intentar adaptar mecánicamente el mundo real a sus categorías cerradas. Luego se sorprenden cuando convocan una pachanga de las suyas y van a montarla los cuatro de siempre. Por contra, otros, procuramos ver los problemas concretos, trasladarlos dialécticamente a un contexto más amplio, para luego volver a lo particular. Intentamos contar con la realidad, no golpearla a martillazos hasta que encaje en nuestras categorías (otra cosa es que lo consigamos siempre).

La lucha más útil no siempre es la más vistosa. Probablemente quede más heroico un enfrentamiento con la policía con contenedores ardiendo y piedras volando. Yo prefiero una manifestación con cientos de miles de personas, prefiero la educación constante al fuego de artificio, prefiero la implicación de los trabajadores en política a un par de marquesinas apedreadas.

Por otra parte sí hay que dejar constancia de que el ultraizquierdismo es el precio que tenemos que pagar por la traición de las direcciones reformistas. Cuando los partidos y sindicatos tradicionales reniegan de cualquier cambio social profundo, esto es, que no buscan ningún cambio en la estructura económica de dominación de clase, multitud de jóvenes ven la salida a sus problemas en des-organizaciones ultraizquierdistas. La mayoría de ellos acaban quemados en muy poco tiempo para la práctica política, cayendo en los brazos del cinismo y la desesperanza. Normal, teniendo en cuenta, la nula o escasa preparación ideológica de estas organizaciones, la falta de democracia interna enmascarada en el asamblearismo (habla quien grita más o es más hábil), y la ausencia de ningún tipo de perspectiva política y social.

A alguno de estos cabecillas me los encontré en mi pretérita época universitaria. Criticaban a todo dios pero su única aportación era una acción directa de la cual no se hacían responsables ni podían llevar a cabo de manera efectiva. Sembraban la desconfianza y el odio entre compañeros: "a aquel ni agua es de X, a este ni hablarle que es de Y". Lo más curioso es que nunca aparecían por clase y se pasaban el día emporrandose. Quizás cuando no te hace falta terminar unos estudios para buscar un trabajo desarrollas este tipo de política-ficción. Y no te hace falta porque tu papá te meterá en su empresa cuando te quites el disfraz de radical con k y te pongas el traje de Armani.

Yo desistí hace mucho de creer que alguien a quien le gusta adoptar una estética de bandido de tebeo saque ninguna conclusión. De lo que no voy a desistir es de señalar a quien entorpece sistemáticamente la labor de otros, que acertada o erróneamente, sólo tratan, como es el caso del Sindicato de Estudiantes, de proporcionar armas ideológicas a los jóvenes, para que puedan defenderse por si mismos.

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